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El potencial de las energías renovables y la posición geográfica estratégica refuerzan el papel del norte de África en la configuración de la transición energética

Liberar el potencial renovable del norte de África para un futuro energético sostenible
Las naciones del norte de África (Argelia, Egipto, Libia, Marruecos, Túnez y Sudán) enfrentan desafíos sustanciales derivados del cambio climático, lo que representa una amenaza para las economías centradas en la agricultura, la pesca y el turismo. Centrarse en medidas de mitigación climática, incluido el despliegue generalizado de energía renovable, se vuelve imperativo para reforzar la resiliencia climática de la región y fomentar el desarrollo económico continuo. Afortunadamente, el norte de África cuenta con un abundante potencial en materia de energías renovables, en particular la energía solar y eólica, lo que la posiciona como un actor clave en una transición hacia la energía sostenible.

Como mercado energético más grande del continente africano, el norte de África (excluido Sudán) exhibe un notable desarrollo socioeconómico, industrialización y acceso a la energía moderna. Estos atributos, junto con el vasto potencial de las energías renovables, posicionan al norte de África como punta de lanza de la transición energética global.

El argumento comercial a favor de las energías renovables en el norte de África es convincente, con reducciones significativas en los costos de las tecnologías solar y eólica. En consecuencia, la región lidera a África en el despliegue de nuevos proyectos eólicos y solares a escala de servicios públicos, contribuyendo con casi la mitad de la capacidad total instalada de generación de energía eólica de África y una quinta parte de su capacidad de generación de energía solar basada en red.

Además, el norte de África es un importante productor y exportador potencial de hidrógeno verde. Aprovechando el alto potencial renovable a bajos costos, junto con la proximidad geográfica a Europa, donde la demanda de hidrógeno verde o basado en energías renovables está aumentando, muchos países del norte de África están firmando acuerdos con otras naciones y empresas privadas para explorar proyectos piloto para la producción de hidrógeno verde y exportar.

A pesar de estas perspectivas prometedoras, las inversiones en la región requieren un impulso significativo. Si bien en 2017 se registró un pico de inversiones de 5.700 millones de dólares, en los años siguientes se registraron cifras inferiores a los 3.000 millones de dólares, hasta alcanzar los 2.400 millones de dólares en 2021. Además, es necesario hacer esfuerzos para garantizar una distribución más equitativa de las inversiones, ya que la mayoría sigue concentrada en Marruecos y Egipto.

En contraste con la tendencia global de 2013 a 2020, donde el financiamiento del sector privado dominó el financiamiento para el desarrollo de energías renovables, el Norte de África se destaca y el financiamiento público desempeña un papel más sustancial. Los bancos multilaterales de desarrollo, las instituciones financieras de desarrollo, las agencias de crédito a la exportación, los fondos de garantía y los reaseguros privados han sido fundamentales para proporcionar financiamiento directo, apoyo a la mitigación de riesgos y asistencia técnica, fomentando una cartera consistente de futuros proyectos de energía renovable en la región.

La inversión en energías renovables no solo se alinea con la sostenibilidad ambiental, sino que también genera importantes oportunidades de empleo, superando a los combustibles fósiles en la creación de empleo entre dos y cinco veces por dólar invertido. Dada la fuerza laboral considerable y educada del norte de África, la región tiene el potencial de capitalizar la creación de empleo, impulsada por políticas educativas y de mercado laboral bien diseñadas, incluidos programas de capacitación técnica y vocacional. Si bien las subastas competitivas emergen como el principal mecanismo para estimular las inversiones en energías renovables, políticas futuras como la medición neta y las tarifas de alimentación podrían incentivar aún más las inversiones, acercando a la región a sus objetivos socioeconómicos, incluidos los descritos en la Agenda 2030.

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